Era una
acampada de lo más normal, los profesores no nos hacían ni caso, y el día se
pasaba con cada minuto que llegaba sin ninguna alternativa y con un calor
sofocante. Llegamos, por fin, a la pequeña cabañita que teníamos por casa en
algunos cuantos días, me metí corriendo en el cuartito de la ducha sin dar
alternativa alguna a que ninguna de mis amigas dijeran ni una palabra, abrí el
agua, y lo único que salió por aquel tubo mohoso fue un chorro de agua fría que
heló todos mis poros haciendo que mi agudo sentido del tacto se quedara en
blanco, como si tuviera una nada por manos, sin dejar que reaccionara cerrando
el grifo para poder volver a mover las manos de nuevo. Grité para que alguien
me oyera y encendiera el termo que habíamos olvidado que existía, pero lo hice
para nada, me metí en la ducha con un “tu
puedes” en la mente, me recogí el pelo en una cola y me enjaboné y aclaré rapidísimo,
que casi no me dio tiempo a ver mis propias manos. Luego todo paso rápido, me
puse lo primero que vi, cogiendo prestados unos zapatos que tanto me gustaban
de una de mis compañeras de cabaña y avisé a la siguiente en probar el novedoso
castigo ya inventado. Mientras pensaba en esta paranoilla montada expresamente
por mi cerebro, ya me encontraba en el restaurante donde se suponía que íbamos
a cenar, y digo se suponía porque a mí no se me había pasado por la mente
precisamente cenar. Primero nos pusieron un aliño, el cual ni lo probé, el
segundo fue mejor, nos pusieron albóndigas con patatas y solo probé dos y a la
fruta ni me quede. Nos fuimos directamente a la cabaña y en un abrir y cerrar
de ojos ya estaba dormida en aquel incomodísimo sofá, pero en verdad prefería
dormir allí que en una de esas camas, donde podría encontrar cualquier tipo de
bicho incluso los ya extinguidos y además cualquier graciosillo de turno podría
entrar por la ventana y hacer la gracia a la idiota que se había dormido
primera, resumiendo, pasaba. El segundo día no fue nada del otro mundo, hasta
que llegó la noche. No probé bocado en la cena, pensando en el festín de
chuches que me iba a zampar, esa noche debería ser la bomba, por ley del
estudiante en cualquier excursión la última noche se llevaba el premio, siempre
había sido así y siempre lo debería seguir siendo y así que procuraría tomar
mucha coca-cola para ni parpadear. La noche pasaba tranquila, bueno dentro de
lo normal. Yo simplemente iba de una cabaña a otra intentando pasármelo lo
mejor posible pero entonces entre en esa cabaña, podría decir que no fue mi
culpa, pero mentiría. Todo estaba lleno de humo, casi que parecía niebla, un
poco de toses era la orquesta que adornaba aquella habitación y un grupo de
chicos los músicos. Distinguí un paquetillo de algo que para mí en aquel tiempo
era innombrable, un simple paquete de cigarros, ni se me pasaba por la cabeza
el hecho de tocarlo y menos aun de probarlo.
Una de las chicas que estaban ahí, que distinguí por su cabello rubio
que era de mi clase, me saludó y me dijo: ‘‘Entra Eli y siéntate, prueba ’’ y
me tendió lo que supuse que era uno de los cigarrillos. ‘‘No tía no me apetece
’’, sabía que no me iba a dejar en paz tan fácilmente y siguió: ‘‘Venga ya, no
seas aburrida, que no es nada ’’. No sé si lo hice por no decirle que no o para
qué no se difundiera el rumor de que Elisa
era tan niña chica que no se atrevió ni a probar un pequeño cigarrito, lo único que sé
es que lo hice. Me senté con todos los demás tome eso en la mano, estaba claro
que no sabía donde me estaba metiendo, y lo probé. Fue una chupadita tras otra,
los ojos me picaban, los parpados se me caían y la boca ya no me sabía a nada, pero yo seguía.
Oí el rumor de los profesores, así que me levante de inmediato y salí por la
puerta. No me pillaron de pura potra, justamente al entrar en mi cabaña ellos
doblaban la esquina. Al entrar me vi a todas mis compañeras echando una
partidita de cartas y de inmediato me preguntaron ‘‘Tía que pestazo, ¿No habrás
fumado verdad?’’ rapidísimo mi cerebro invento alguna respuesta que me pusiera
por delante y ganara tiempo: ‘‘Estas loca, claro que no, es que vengo de la
cabaña de enfrente y se me habrá pegado todo. Bueno ¿Quien va ganando? ’’ Por
sus caras parecía que me había llevado la victoria, pero sabía que no eran tontas
y que lo averiguarían, no se quedarían con esa sandez de escusa, ‘‘Voy ganando
yo ¿te apuntas?’’ ‘‘No mejor me voy a la cama, voy a aprovechar que me quedan
tres horitas’’. Como yo bien pensaba al día siguiente los profesores ya se
habían enterado de todo, de la borrachera de algunos, de algún que otro porro,
de los cigarros, de todo menos de mi. Esperé a que dijeran mi nombre como una
mas de los castigados pero no fue así, no me habían pillado y sabía que nunca
lo harían ¿Quién iba a sospechar de la típica niña buenecita que nunca se mete
en líos? Nadie, la única manera de que me pillaran era que alguien se chivara
pero allí estábamos todos en la misma posición, cada uno dependía del otro.
Tras cinco horas de viaje llegamos por fin a casa, me tiré todo el viaje
pensando en cómo podría mirar a mis padres después de aquello, yo ya no era la
misma, eso me había cambiado me había hecho ver una parte de mi que hasta ese
momento no había existido o que mi inocencia o estupidez, como se quiera llamar,
me había impedido ver hasta ahora, pero la cosa era que me había gustado. Sonó
el chirriante freno del autobús y eso indicaba que ya era hora de tomar una
decisión. Me bajé cogí la maleta y me senté en el bordillo a esperar que mis
padres apareciesen. Entre la gran multitud de padres, maletas y niños pude ver
a mi padre que agitaba la mano como si estuviera espantando a un remolino de
mosquitos. Me acerque a él, me cogió la maleta me agarró del hombro y me dijo:
‘‘¿Cómo te lo has pasado?’’ ‘‘Bien’’, esa fue la única verdad que dije, a partir de aquel momento me dediqué a decir
pequeñas mentiras y esas fueron transformándose en aun más grandes, las
llamadas mentiras peligrosas. Llegué
a casa saludé a todos y me tumbé en mi cama. De repente oí el timbrecillo de mi
móvil, lo cogí y lo abrí, era un sms de mi novio: ‘‘¿Cómo t lo has pasado? Espr
noticias tuyas bs’’. Todavía me sigo preguntando cómo se entero al instante de
que había llegado, con lo inoportuno que era, pero le contesté: ‘‘Mañana t
cuento, stoy cansada tq bs’’. Era evidente que no le iba a contar ni la decima
parte de lo ocurrido, pero al menos así me dejaría aclarar la mente esa noche.
A la mañana siguiente me levanté con un enorme dolor de cabeza, nose si fue por
el ruido, por el humo que había en la habitación o por el que me había tragado,
pero era bastante fuerte, como si toda la habitación vibrará produciendo un
ruido ensordecedor, por lo que nada mas incorporarme de la cama me tumbé otra
vez y volvía a cerrar los ojos, ya llamaría a Jaime en otro momento. Me
desperté a las ocho de la tarde, mis padre se habrían ido ya a ese congreso del
que no vendrían en todo el fin de semana y mi hermana estaba claro que tenía
mejores cosas que hacer que quedarse un sábado por la tarde a vigilarme. Me
levante, y lo primero que hice fue deshacerme de la ropa empapada de humo de
aquella noche metiéndola en la lavadora, después cogí el móvil y empecé a
teclear: ‘‘Todo mu bn, t he echado de menos besitos (L) ’’. Me día una ducha
con agua bien calentita y me senté a ver alguna peli típica de semana santa,
que suponía que echarían en cualquier cadena, pero al final acabé viendo una
serie patética de uno de estos canales para niños. Eran las cuatro de la madrugada y oí el sonido de la puerta de
entrada, era mi hermana, entró en el salón tambaleándose, a lo mejor por el
cansancio o a lo mejor, y mucho más posible, por la borrachera que habría cogido,
y me dijo: ‘‘¿¡Que haces aquí todavía, enana?! Vete a la cama, anda’’. Por no
tener que mantener una conversación me fui a mi habitación y me puse a escuchar
música, con lo cual acabé dormida en la cama a medio destapar. Me desperté al
día siguiente a la hora de comer, me vestí con un vestido monísimo que me había
comprado para una ocasión especial, cogí unos tacones ‘‘prestados’’ de mi madre
y me tomé algo que encontré en el frigorífico. Oí el pito del coche que me venía
a recoger, le escribí una carta a mi hermana y salí corriendo. Se suponía que
iba a ir al cine con mis amigas, pero no tenía pensado eso, me pensaba meter en
la discoteca a la que me había invitado esa chica rubia que se había hecho
intima mía desde aquello, ya les diría a las otras que me había olvidado o que
me había perdido, yo que sé, a lo mejor me creían también. Entre en la disco,
había un ambientazo buenísimo, la gente bailando a no más poder, riendo, era
increíble que me hubiera perdido eso durante tanto tiempo. Me la encontré en
medio de un mogollón de chicas y chicos, tipos barbi y Ken, riendo al unísono,
la salude y de inmediato me cogió del brazo y me presento a todos. Pasamos toda
la tarde charlando y bailando. A la hora de cenar nos fuimos a uno de esos bares donde más que
adultos lo que hay son adolescentes por todas partes y después de eso, al
botellón. Había botellas de alcohol de todos los sabores y colores, que si
bosca caramelo, licor de mora, no sé que con cocacola… mogollón de botellas y
de todas esas eche un trago. Me ardía la garganta, como si me estuvieran
quitando a tiras la piel, pero ese líquido se seguía derramando por mi
garganta. Después de eso no recuerdo nada más, solo el dolor pero también el
gusto de aquella sensación. Me levante en una camilla del hospital, con tubos
por todos lados, y mi padre gritando a mi hermana mientras que mi madre
lloraba. Intente levantar la mano para avisarlos pero estaba completamente
rota, mi labio totalmente reventado, y alguna que otra costilla rota. No me
acordaba de nada pero según mis cuentas debería haber estado inconsciente
varios días. Se dieron cuenta que había abierto los ojos y corrieron a mi lado
como si hubiera estado inconsciente poco mas de 2 años. Soltaron muchas
preguntas, algunas de ellas dudaba que fueran
ciertamente preguntas y no exclamaciones. No conteste a ninguna, volví a
cerrar los ojos. Estuve dos semanas más inconsciente. Cuando recupere la compostura
y mi energía, me llevaron a rehabilitación, y después de aquello a casa. No me
dejaron de mirar en todo el viaje, no comprendían como había podido cambiar de
un momento a otro, porque era infeliz así, como era, y yo los comprendía. Desde
aquel momento, no me dejaban ir a la excursión, ni salir, iba derechita a casa
después del colegio, supongo que ya no confiarían en mí. Pero me las arregle
para salir, no sé bien como, pero lo hice y seguí bebiendo y lo peor de todo,
después de eso vinieron más cosas. Todo eso se comió toda mi vida, se comió a mi
mundo exterior, era yo sola con todo eso
y aun más cosa que se fueron sumando.
Mis padres ya no sabían que hacer conmigo, lo intentaban todo, yo era su mundo
y lo había destruido, mi novio me dejo, creo que supuso lo que pasaba cuando no
hablaba ni me veía con él, intente hablarlo, pero ni siquiera me salían las
palabras, mis amigas dejaron de hablarme, es más me cambiaron de colegio por
uno de eso coles para gente con problemas. Ya no era la misma, empecé por un
simple cigarro y mirar como he acabado, sin nadie que pueda estar junto a mi más
de dos minutos sin pensar ‘‘¿Qué le habrá podido pasar a esta pobre
chiquilla?’’, sin las personas que sostenían los pilares de mi vida para evitar
que me derrumbara por completo, en un correccional, porque definitivamente mis
padre ya no sabían que hacer conmigo, una hija a la que le habían dado todo su
cariño y les pagaba fugándose, con nose cuantas visitas al hospital, con gritos
y la típica frase ‘‘Yo estoy perfectamente, sois vosotros los que tenéis un
problema’’, sabía que tarde y temprano se rendirían pero no sabía que lo harían
tarde. Ni siquiera supe más de mi supuesta amiga, bueno me entere que a ella
también la llevaron al hospital aquel día pero no volví a contestar con ella, más
bien porque no me dejaron.
Lo intente,
intente alejarme de todo eso, pero no pude, ya había cometido el error y
alguien quería que lo pagara.
dejar vuestro comentario, con lo que opineis o con alguna sugerencia, gracias :)
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